El plátano canario es uno de los emblemas agrícolas de Tenerife. Su sabor dulce y su característico pintón (las pequeñas motas en la piel) se consiguen gracias a un microclima templado, suelos volcánicos ricos en minerales y métodos de cultivo que han evolucionado durante más de un siglo. Acompáñanos por diferentes fincas costeras y bancales de piedra para conocer, paso a paso, cómo se produce este fruto icónico de las Islas Canarias.
Muchas explotaciones se ubican en laderas que descienden suavemente hacia el mar. La brisa oceánica modera la temperatura y aporta humedad constante, factores que reducen el estrés hídrico de las plantas y mejoran la calidad del fruto.
Algunas fincas están protegidas con mallas cortaviento y rodeadas de pequeños caseríos. El manejo eficiente del agua de riego y la cercanía a los canales de distribución facilitan la rápida llegada del fruto a los mercados locales y europeos.
En terrenos más empinados se levantan bancales de piedra volcánica que aprovechan cada metro cuadrado de suelo fértil. Estos muros retienen la humedad, evitan la erosión y crean microclimas cálidos que aceleran el desarrollo del cultivo.
El follaje grande y flexible protege los frutos del sol directo y ayuda a conservar la humedad en el suelo. La densidad de siembra se planifica para que cada mata reciba suficiente luz sin competir en exceso.
Cada platanera produce un único racimo (llamado piña) antes de ser cortada para regenerarse. Los agricultores colocan soportes para evitar que el peso quiebre el pseudotallo y así garantizar una maduración uniforme.
Incluso en zonas con menor pluviometría, las plataneras prosperan gracias al riego localizado y al acolchado de restos vegetales que reduce la evaporación. Este método aprovecha la materia orgánica generada durante la poda.
La combinación de suelos volcánicos, clima subtropical y técnicas agrícolas adaptadas al relieve ha convertido al plátano canario en un producto de alta calidad con indicación geográfica protegida. Al visitar las fincas de Tenerife se descubre no solo un paisaje icónico, sino también el esfuerzo y la innovación que hay detrás de cada racimo que llega a nuestra mesa.